-¿Qué podemos hacer este año para patrocinar los viajes solidarios que hacemos al Sáhara? –nos preguntábamos ya en el verano.
Parecía que la ayuda que solemos recibir regularmente de socios y colaboradores había disminuido sustancialmente. ¿Cómo nos lo íbamos a arreglar este año?
Teníamos que hacer algo nuevo, algo que aún no hubiéramos hecho, algo que funcionara. Lo que sí teníamos claro era que no nos íbamos a rendir ante los contratiempos. Tal y como Dios nos lo había demostrado tantas veces durante nuestra trayectoria misionera, donde Dios guía, Él provee. Y normalmente Él no nos hace buscar muy lejos. Así que pusimos nuestras miras sobre nuestros queridos amigos, colaboradores y familiares granadinos, y nos quedamos maravillados ante la respuesta.
Tras un encuentro con el gerente de un conocido restaurante granadino, nos dispusimos a imprimir las entradas de nuestra primera comida benéfica. Luego vino la labor de ponernos en contacto con el mayor número de personas posible y la de entregar las invitaciones. Los jóvenes voluntarios estuvieron ensayando sus coreografías de Navidad a la vez que terminaban los exámenes de fin de trimestre. Finalmente, quedó la preparación de los trajes para los bailes, la presentación de diapositivas, el cortometraje, la charla, el equipo de sonido, el proyector, los folletos, el transporte…
El grupo musical del Sáhara, La Estrella del Polisario, tuvo la gentileza de amenizarnos la comida. Los que nos quedamos hasta el final incluso bailamos al son de la música. ¡Qué pena que tuviéramos que despedirnos!
Además del buen sabor de boca, se nos quedó muy buen sabor en el corazón. Comprendimos un poquito más lo que un acto solidario puede contribuir a una causa. También nos fuimos todos dando gracias porque nos encontramos entre la minoría que está en posición de ayudar al necesitado.
¡Un brindis por la libertad!