En enero de 2002 me diagnosticaron un melanoma metastásico en estadio 3. Las posibilidades de supervivencia de los que llegan a esa fase de la enfermedad son menos del 50%. Más de la mitad mueren antes de los cinco años.
Cualquier persona se afligiría al verse enfrentada a una situación así; pero para mí fue desolador. Todavía no había cumplido los 30 y tenía cuatro hijos pequeños. La fe en Dios fue lo que impidió que mi mujer —Iona— y yo cayéramos en la desesperación o sucumbiéramos ante el temor de lo que el futuro podía depararnos.
En el curso de los dos años siguientes me operaron cuatro veces. Hice tres meses de inmunoterapia, que fueron un infierno. Los efectos colaterales similares a los de la gripe y la destrucción de tejidos me dejaron prácticamente inválido. Cuando terminé apenas si podía subir las escaleras.
Iona y yo pedimos a Jesús que manifestara Su poder milagroso librándome del cáncer, así como de los síntomas de depresión bipolar que empezaban a hacerse patentes a consecuencia de los tratamientos. En respuesta a peticiones de oración que hicimos circular entre nuestros amigos y por Internet, cientos de personas de todas las latitudes también oraron por mí.
En mi momento de mayor debilidad, pedí a Jesús que obrara un milagro por mí: Le rogué que no solo me sanara del cáncer —lo cual que hizo—, sino que me diera un cuerpo más fuerte y saludable que el que había tenido hasta entonces. Me fijé la meta de competir en un triatlón, una carrera de resistencia que implica tres disciplinas deportivas: natación, ciclismo y carrera a pie.
Al cabo de un año y medio de intensos entrenamientos y de exhaustivas investigaciones para reconstituir mi organismo, tuve
mi oportunidad. En el 2004, en mi primer triatlón olímpico —1600 metros de natación, 40 km de ciclismo y 10 km de carrera
a pie— ocupé el undécimo puesto entre más de 200 atletas de mi categoría.
Desde entonces he participado en muchas competencias más y actualmente estoy entre los mejores atletas polideportivos del
país. Lo más importante, sin embargo, es que en respuesta a mi oración bien concreta, hoy gozo de una salud y un estado físico que antes hubiera envidiado. Además, tal como Jesús me indicó que hiciera, me valgo de mi recuperación física para infundir esperanzas a otras personas que enfrentan dolencias terminales como la que sufrí yo.
Formé un equipo deportivo denominado Team Live Right, que participa en diversas carreras y competencias con el objeto de
promover la vida sana y generar conciencia sobre la prevención del cáncer. Actualmente viajo y doy seminarios y charlas motivacionales con el objeto de ayudar a otros a desarrollar al máximo sus posibilidades.
¡Tengo que agradecer a Jesús mi recuperación y mi vida nueva! No hay problema que Él no pueda resolver si se lo encomendamos en oración. «La vida es breve. ¡VIVE SANO!»