El aguacate o palta es una de mis frutas favoritas. Es delicioso y nutritivo. En el alféizar de la ventana de la cocina tengo varias macetas. Como me quedaba un espacio, decidí tratar de cultivar un aguacate.
Siguiendo los consejos que encontré en un sitio web, tomé la semilla con la punta hacia arriba y le inserté tres escarbadientes en la parte intermedia y a intervalos regulares, para que quedara sumergida hasta la mitad al apoyar los palillos sobre el borde de un frasco lleno de agua. La dejé ahí y esperé. Pasaron varias semanas, pero no dio señal de vida. Bien podría haber sido una piedra en
vez de una semilla. Al cabo de un mes estaba por darme por vencida. Tal vez aquella deslucida pepa marrón no tenía vida dentro.
Entonces apareció una pequeña grieta en la base. Pensé que a esas alturas la semilla se estaba pudriendo, pero me propuse esperar un poco más. Le cambié el agua, y pasaron unas semanas más. Finalmente emergió por la grieta una raicita. Para entonces apareció otra grieta, esta vez en la parte superior de la pepa. Poco a poco salió por ahí un brotecito que me llenó de esperanza.
Trasladada a una maceta con tierra, aquella semilla que parecía inerte se ha transformado ya en una planta menuda pero saludable. Día a día le salen hojas, que llegan a tener varias veces el tamaño de la semilla original. Ese arbolito demuestra que la semilla sí estaba viva a pesar de que por fuera no lo revelaba.
Al acercarse la Pascua de Resurrección, me acuerdo de mi experiencia con el aguacate. Los discípulos de Jesús debieron de descorazonarse al verlo morir en la cruz. Observaron cómo se llevaban Su cuerpo sin vida y lo depositaban en una fría tumba de piedra, que después fue sellada. Seguramente creyeron que con Él quedaban sepultados también sus sueños y esperanzas. Me los imagino sumidos en la pesadumbre, sintiéndose abandonados. Sin embargo, ¡la esperanza no había muerto! Tres días después Jesús resucitó triunfante, venciendo a la muerte y al sepulcro.
Huelga decir que el milagro de la resurrección de Cristo es mucho más portentoso que la germinación de mi pepa de aguacate. Con todo y con eso, se puede establecer un paralelo. Aun cuando el panorama se presente sombrío, espera en el Señor, y Él obrará milagros: nueva vida, nueva esperanza, nuevos comienzos.