50 centavos y un poco de cariño

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Gracias a que Nicolasa Méndez tenía 50 centavos, manos para trabajar y el corazón lleno de amor, 103 mexicanos pobres celebraron la Navidad en 1959, cuando ocurrió lo que vamos a contar.

Nicolasa era una señora de baja estatura, agotada por el trabajo. Se dedicaba a la limpieza del Centro Comunitario Plaza de los Ángeles (California). Ganaba 90 dólares al mes. No hablaba inglés, pero un verano, Nicolás Dávila, pastor del centro, le contó en castellano la parábola de los talentos, que enseña que de lo poco puede salir mucho bien, y le entregó medio dólar.

—Aquí tiene un talento —le dijo—. Adminístrelo bien, y aumentará.

Nicolasa contempló la moneda que tenía en su mano desgastada por el trabajo, y reflexionó sobre la parábola. Seguramente era más que una simple anécdota…

Unos días después, Nicolasa se acercó tímidamente al pastor y le entregó 17 dólares y cincuenta centavos.

—Tenga. Es para el centro —explicó.

Le contó que con los cincuenta centavos había comprado queso y tortillas. Con ellos había preparado enchiladas y las había vendido a los vecinos, y continuó haciéndolo hasta reunir 35 dólares. La mitad era para el centro y la otra mitad la destinaría a preparar más enchiladas después de salir del trabajo.

—Esa es la enseñanza de la parábola, ¿no? —preguntó y volvió a su trabajo.

Al día siguiente, Nicolasa mostró al pastor una libreta de ahorro: había ganado 100 dólares preparando enchiladas.

El dinero que había ganado no era para ella. Sabía muy bien que en México había muchos necesitados. Había escrito a su hermano para que le diera los nombres de 33 huérfanos del pueblo de Nochistlán y 33 de San Luis. Y escribió a otro hermano suyo que vivía en México para que le diera los nombres de 33 ancianos que estuvieran solos o pasaran hambre.

Y en la mañana de Navidad, 66 huérfanos y 33 ancianos recibieron un regalo de la diminuta conserje. Sobró una pequeña cantidad para alegrar el día a cuatro presos de cárceles mexicanas.

Cuando Nicolasa contó al pastor sus planes, él le preguntó:

—¿Por qué 33 huérfanos en cada pueblo y 33 ancianos?

—Porque esos son los años que vivió el Señor —explicó Nicolasa—. Quiero que sea mi regalo de cumpleaños al Niño Jesús.

La anécdota de Richard Mathison es gentileza de Guideposts