Creo que todos pasamos por situaciones en la vida que dejan una huella profunda en nuestras almas. Son las sacudidas de Dios, sus cursillos intensivos espirituales.
Durante un retiro que normalmente tenemos a principios de cada año, el Señor me dirigió unas palabras algo misteriosas: “Tu fé se pondrá a prueba, pero no temas” y “pronto te verás en una situación donde tendrás un reajuste de perspectivas”.
Diez días más tarde me encontraba en una carretera sin asfaltar de África occidental. Habíamos tenido un accidente y estábamos boca abajo, dentro de un vehículo que se había volcado. En los siguientes días hubo bastante actividad: llamadas telefónicas, hospitales, compartir el mensaje de amor y protección de Dios, más llamadas y, sobre todo, agradecimiento extremo.
Después del accidente no podíamos dejar de maravillarnos por la protección divina y de agradecer al Señor que estuviéramos vivos. Tuve el privilegio de experimentar de primera mano la magnífica hospitalidad del pueblo africano, tan común en todos los niveles sociales. Desde los taxistas hasta los médicos y embajadores, todos mostraron gestos de compasión y generosidad con nosotros. También pude ver en acción la maravillosa formación y el gran amor por los perdidos que los jóvenes misioneros de la Familia Internacional han adquirido en estas tierras. Con huesos fracturados y cojeando no pasaban oportunidad de compartir la palabra de Dios con aquellos que se encontraban. Al día siguiente, ya estaban distribuyendo ropa donada a algunos orfanatos y niños de las aldeas cercanas. También rezaron con muchas personas necesitadas.
Sin embargo, lo que me causó aún más impacto fue la sutil voz de Dios, que no paraba de sonar en mi corazón tras el accidente. Aquella voz me transmitía que, al igual que el coche, cada uno debemos reajustar de manera regular nuestro alineamiento espiritual para no salirnos del camino estrecho de su voluntad. Cuando ponemos nuestros planes y vidas en manos de Dios día tras día, estamos cuidando de nuestro vehículo. Así podremos responder mejor a las situaciones que Él permite que ocurran en nuestras vidas. Nuestro motor nos llevará tan lejos como Dios quiera, la amortiguación nos permitirá pasar por los baches que se nos presenten en el camino y una buena alineación nos ayudará a mantenernos en la senda estrecha de su voluntad. ¡Feliz viaje!